Quise tirar todo. Deshacerme de cada cosa que me recordara a tí. De tus discos favoritos que escuchábamos por las tardes de otoño, de los libros que solías leer a medianoche mientras estabas a mi lado, de la taza en la que solías tomar café por las mañanas, incluso de la almohada que aún guardaba un poco de tu colonia, de tu aroma, de tu esencia. Pero no pude. Necesitaba esa almohada con tu aroma impregnado para hacerme sentir que estabas junto a mí por las noches, para poder dormir, y si me despertaba por la madrugada por pesadillas, tú (aroma) me tranquilizaría.

El resto de tus cosas, fotos, recuerdos, están guardadas en una caja escondida en el galpón, con un gran cartel que dice "NO ABRIR". Esa caja para mí, es como la caja de Pandora. Si la abro, monstruos y fantasmas saldrán a acecharme. 
Y la almohada, con el tiempo, simplemente perdió tu aroma, y con eso,  murieron los recuerdos que tengo de tí. Ahora, estoy sola. Tu sonrisa, es una borrosa imagen en mi mente, tu voz, un lejano eco que apenas se oye en la distancia. Solo quedan escasos restos de recuerdos, algunos alegres, en nuestros mejores días, otros, de aquellos días en que lloraba de tristeza por las noches creyendo que lo nuestro terminaría, pero jamás lo hacía. Hasta ahora.
Y por último, recuerdo aquellas últimas palabras que me dijiste: "Caro, no hagas esto más difícil de lo que ya es".